Hasta lo más grande está formado de los más pequeño y hasta la inmensidad casi inconcebible del espacio que decíamos ayer está formada por átomos. Hasta el aire y el vacio que separa las cosas que conocemos son átomos, únidos para formar «algo» en moléculas, sea lo grande que sea. Hasta el vacio.
Lo que (a mí) más impresiona es su tremenda duración (se ha calculado como 10 elevado a 35, casí infinito matemáticamente); son casi eternos, practicamente indestructibles e impresiona pensar que los átomos que ahora te forman o que formarán tus hijos han formado antes parte por ejemplo de varias estrellas, de millones de microorganismos y de miles de lugares antes de llegar a ser tú leyendo ésto. Cada uno de nosotros somos más de mil millones de átomos que antes han formado parte de millones de cosas y puedes tener algo de Marco Polo, Cristobal Colón o de cualquier otro (lo suficientemente distante en la historia), porque los átomos de todos siguen formando parte de algo aunque lo que formaban antes haya muerto (en ese sentido sí se sabe que somos inmortales). Un átomo es tan incondebiblemente pequeño como inimaginablemente grande el espacio es (Unos 15Km de ampliación de cualquier cosa para poder distinguirlos con un microscopio), pero siempre estan ahí sobreviviendonos a mí y a tí.
Y sin embargo los átomos no son lo más pequeño: están formados por 3 clases de partículas: protones (carga positiva) electrones (negativa) y neutrones. Cada vez que se añade un protón a un átomo se consigue un nuevo elemento: 1 protón hidrógeno, 2 helio, etc; y como todo tiene que estar en equilibrio se forma la misma carga de electrones (si suben los neutrones se forman isotopos, en eso se basan las bombas atómicas), el caso es que los electrones girán alrededor de una especie de núcleo muy denso (para el tamaño) y este núcleo es tremendamente, casi infinitamente, pequeño (un centimetro cada 200-300 metros del átomo, a escala), por lo que los átomos en realidad son cargas eléctricas con electrones girando a toda leche como locos sobre un centro casi imperceptible, y la solidez que «vemos» es en realidad una ilusión porque el mundo lo forma fundamentalmente un inmenso vacío lleno de carga.
Podría decirse que cuando andamos no lo hacemos sobre el suelo, sino a una distancia mínima de él, que cuando nos tocamos no nos tocamos realmente, que simplemente levitamos sobre cargas opuestas, que la realidad que vemos es simplemente una ilusión.