Sigo en la oficina a pesar del verano delante de 2 ordenadores que no incitan demasiado al cachondeo, pero se aproxima mi cumpleaños y aunque he hecho ya bastantes fiestas y aún a más he asistido como invitado de clase B, de esos que sabemos cómo entramos pero no cómo ni cuando ni si realmente salimos, nunca vienen más algunos consejos extra para la próxima que vamos a liar. Es una suerte que ultimamente la gente trabaje o suspenda, porque ya no es como aquellos tiempos en los que en agosto en Madrid no se quedaba ni el oso del madroño y me quedaba más aburrido que un tetraplejico en un columpio.
El caso es que buscando por ahí he encontrado un «Como hacer fiestas» en el blog «The Meaning of Life» (bastante ingeniosa en general por cierto, al igual que otros que os recomiendo como solo.infames.org o milinkito) y como me ha hecho bastante gracia y la licencia CC así lo permitía me he permitido plagiarlo hasta en las comas para dejarlo por aquí archivado y que no se pierda tanta sabiduría crápulesca. Si quereis leerlo lo de siempre, click en «leer más…»
Puedes hacerlo como en las películas de adolescentes americanos —para subir tu caché—; puede que tu intención sea reunir a un grupo de posibles ligues; quizá sólo te apetezca pillar una cogorza y tener que pintar las paredes de tu comedor al día siguiente, pero siempre llegará un momento en el que tendrás que hacer una fiesta en tu casa. Ocasiones que se pintan calvas son cumpleaños y saraos de inauguración. En Alemania, la gente se muda de domicilio como de ropa interior (si no más a menudo), así que excusas para bacanales no suelen faltar. Porque lo que nosotros queremos montar es un terremoto, una de esas movidas de las que se hablará todavía meses después. Al menos eso hará quien lo pueda recordar.
Alemania es un gran país, pero he estado en cumpleaños que parecían velatorios. Preparar una buena fiesta no es sencillo. No es que yo sea precisamente un experto, pero mis dotes analíticas me han permitido reunir una serie de características que estimo conforman el mínimo común divisor de una buena fiesta en casa.
La bebida
De la misma manera que los coches no funcionan sin combustible, las fiestas no funcionan sin bebida. Siguiendo con el símil, cuanto más octanaje, mejor. Y si lo que te propones es embalar una locomotora, las cantidades necesarias serán ingentes.
Algunos dirán que se pueden hacer grandes fiestas y que no es necesario ponerse como una cuba, pero no te engañes; enmárcate esto en letras de oro:
«Para beber no hace falta divertirse»
El objetivo, pues, es conseguir que nuestros invitados ingieran la mayor cantidad de alcohol en la menor cantidad de tiempo. Podría ponerlo como una ecuación matemática, pero simplemente diré que el primer paso es asegurarse de que tenemos provisiones como para un bautizo.
Es posible que te tengas que gastar entre 100 y 150 euros en combustible para tu fiesta. Si consideras que 150 euros es el producto interior bruto de un país pequeño, quizá debas reconsiderar tus intenciones. Si no vas a ser capaz de satisfacer la demanda, mejor no crees la oferta. Pocas cosas hay peores que ese punto de la fiesta en el que deberías dejar de beber porque te lo dice la razón y al final dejas de beber porque sólo queda el agua del retrete. A nadie le gusta no poder contradecir la razón.
La calidad del combustible es fundamental. Gástate los duros y no compres compuestos que podrían dejar ciego a un búfalo. Un día es un día. De nuevo, si no vamos a estar a la altura, cancelaremos aduciendo causas de fuerza mayor, como que hemos perdido un brazo y eran demasiadas bolsas para traer del supermercado con un sólo miembro tractor.
El escenario final ideal es una mesa llena de botellas de primeras marcas guarnecidas por montañas de hielo. Si te quieres tirar el rollo «cool» puedes llenar la bañera y meter dentro un par de docenas de botellas de cerveza. Quedarás muy europeo y siempre se podrá recurrir a ellas cuando se termine el alcohol de verdad, cosa que nunca debería suceder.
Asegúrate de que hay mezcla para las bebidas de alta graduación. Es posible que haya quien sólo beba cola-loca con hielo, pero es un riesgo que tendremos que correr. En cualquier caso, aquellos que de verdad quieran perder el conocimiento no se amilanarán porque se terminen las bebidas refrescantes hacia el final de la fiesta. Los reconocerás por beber whisky rebajado con agua y por sus dificultades para sostener una conversación o incluso una postura. Si no los reconoces, quizá seas uno de ellos.
La comida
Algunas escuelas de pensamiento del montaje de fiestas apuestan por saltear el asunto con pinchitos, tortillas de patatas e incluso cosas más elaboradas. Esto es sin duda un grave error. Queremos que nuestros invitados se emborrachen lo más rápida y efectivamente posible, y cualquier cosa que se echen al estómago no hará más que diluirles la pócima y retardar (o incluso impedir, en el peor de los casos) el paroxismo alcohólico.
Por estas razones, nada de comida en tu fiesta. Como mucho, y si quieres quedar bien, puedes desparramar bandejitas con palitos de sal, papas, cacahuetes y en general cualquier cosa que produzca más sed y que se pueda coger con las manos. A los borrachos les encanta coger cosas con las manos.
La música
La música es, junto a la bebida, pilar fundamental en toda fiesta. Por tanto nos aseguraremos de disponer de una buena colección de canciones que reproducir en un buen equipo de música.
El mundo ha evolucionado mucho desde que se inventó el emepetrés, así que si pretendes animar la fiesta con el reproductor de CDs de tu mini-cadena, lo mejor es que te arrolles la mini-cadena al cuello y estires hasta que veas la realidad. La realidad consiste en un ordenador lleno de canciones que se pueden ir cambiando con un sólo click. Ten en cuenta que la fiesta atravesará diferentes etapas, así que las exigencias musicales irán variando a lo largo de la noche.
De todos mis sueños frustrados, si busco sólo entre aquellos que no tienen un contenido sexual explícito, uno de los primeros en la lista es ser disc-jockey. Cuando voy a una fiesta empiezo repasando el catálogo musical y terminan golpeándome las manos con una regla o convenciéndome de que me tome otra copa. Ambas tretas suelen funcionar de manera impecable. Normalmente me emborracho perdidamente con una copa, aunque nunca sé si ha sido la novena o la décima.
Si pones música para una fiesta has de sacrificar en cierta medida tus gustos musicales en pro de los de la plebe. Vete olvidando de Ziggy Stardust y las arañas de Marte, y que sepas que te tendrás que meter el Shelter from the Storm de Bob Dylan por el culo. Sin embargo, la música es un mundo maravilloso y tampoco te verás obligado a rebozarte por el barro para que la gente disfrute. Pincha cosas que suenen bien y que conozca todo el mundo. Según vaya avanzando la noche es conveniente que los estribillos dejen de tener letra. Si te quedas desarmado, puedes poner cualquier cosa cañera de los Beatles. Los muy cabritos siguen levantando fietas cuarenta años después. Un Hard Day’s Night y la gente estará otra vez dislocándose las caderas.
Para asegurarte de que la música que suena es la que tú quieres tienes dos opciones: quedarte junto al ordenador toda la noche o meter el ordenador en una caja de acero, cerrarla con un candado y tragarte la llave. No te preocupes, en veinticuatro horas podrás acceder a él de nuevo. SI bebes lo suficiente, puede que consigas hacerte con la llave en menos tiempo, pero ahí terminan tus opciones.
En cualquier caso, la peor elección es dejar a un amigo a cargo de la lista de reproducción. La lista de reproducción es una tía que, camelando a tu amigo utilizando la geometría y la teología, consigue pinchar las canciones que desea sin siquiera establecer un contacto físico ni con el ordenador ni con tu amigo. En cualquier caso, perdona a tu amigo porque no sabe lo que se hace y va caliente y borracho.
El campo de batalla
Tú serás quien decida qué partes de la casa serán accesibles durante la fiesta y cuáles no (al final sólo más difícilmente accesibles), en función de la gente que vaya a acudir y del valor de las cosas que se ubiquen en cada una de las estancias. Porque si algo debes saber es que: «Si se puede romper, se romperá». Es triste, pero más triste es engañarse. Farruquito decía que el éxito de una fiesta se podía medir en función de las horas que pasabas al día siguiente pintando la cocina.
Delimita un área para fumadores, pero sé consciente de que a partir de cierto grado alcohólico la gente se moverá con valentía por cualquier sitio. Desparrama ceniceros por doquier, pero estate seguro de que mañana habrá quemazos en el suelo.
Estas son algunas de las directrices básicas. Hay muchas más cosas a tener en cuenta, pero ya estoy muerto de sueño.
En cualquier caso, debes ser consciente de que vas a enfrentarte a fuerzas muy poderosas, así que lo mejor será que te tomes otra copa y te dejes llevar por la destrucción. Rompe algo grande para que todos sepan de quién es la fiesta.